¿SE PUEDE VENCER A LA VENTAJA MATEMÁTICA Y AL RECAUDO DE LA JUSTA COMISIÓN?
       Al respecto hay 
       una frase muy sabía que dice 
       «De enero a enero, el 
       dinero siempre es del Banquero». Esta frase fue 
       pronunciada en el siglo XVIII por
       
       
       Giacomo Casanova (1725−1798), 
       el famoso amante, conquistador de mujeres, viajero, tahúr y gran 
       aventurero italiano, quien en sus extensas y célebres Memorias de 
       Giacomo Casanova de Seingalt, 
       
       confesó que prefería mil veces andar como un perro 
       sumiso detrás de los 
       ambiciosos miembros del Gran Concejo de Venecia para ganarse su 
       favor y obtener así una licencia para instalar una 
       Banca en las mesas de juego del Casino Ridotto, en 
       vez de concurrir a ese casino como un simple 
       jugador o apostador que realmente tiene pocas probabilidades 
       de amasar una verdadera fortuna en los juegos de 
       azar.
       Grandes matemáticos desde finales del siglo XIX 
       han 
       coincidido con las ideas de Casanova y también han concluido que desde la óptica de la probabilidad y 
       de la estadística es imposible evitar que la Ventaja 
       Matemática a favor de la Banca se imponga sobre el 
       jugador una vez 
       que el comportamiento del juego tiende hacia la 
       Regularidad Estadística. En otras palabras, en 
       aquellos juegos que se basan en la explotación de la 
       Ventaja Matemática a favor de la Banca, el jugador 
       está condenado de forma inevitable a que un porcentaje de su apuesta 
       prácticamente ya sea propiedad de la Banca desde el 
       mismo momento en que cada dólar es colocado sobre el 
       tapete de la 
       mesa de juego. 
       Al respecto se 
       dice que alguna vez el gran científico 
       
       Albert Einstein 
       (1879−1955) analizó el juego de la ruleta francesa, 
       y a su mente de gran genio le bastaron sólo unos 
       pocos segundos para concluir que: 
        
       «Usted no puede vencer a la ruleta, a menos que robe 
       el dinero de la mesa cuando el crupier no está 
       mirando». 
       Más recientemente, el matemático y experto en juegos de azar Patrick Billingsley 
       (1925−2011), 
       autor de la excelente obra 
       
       Probability and Measure
       (1975), afirmó que: «Ningún sistema 
       matemático de apuestas puede convertir un juego de 
       azar, que es desfavorable para el jugador por causa 
       de la ventaja de la casa, en un 
       negocio rentable». 
       Y es que si de conformidad a las reglas de las 
       matemáticas, que están presentes en todos los 
       fenómenos de la Naturaleza y también en aquellos 
       fenómenos que son aleatorios, se sabe que (−1)+(−1) 
       siempre son −2, entonces bajo esas mismas reglas de 
       las matemáticas resulta totalmente imposible 
       encontrar una situación favorable donde (−1)+(−1) no 
       sean −2 sino +2. Si se suman dos cantidades 
       negativas, el resultado siempre será un valor 
       negativo, nunca un valor positivo. De ninguna manera 
       una apuesta que sobre sus espaldas carga un Valor 
       Esperado negativo puede ser mejorada adicionando 
       sobre el tapete más apuestas que también cargan un 
       Valor Esperado negativo a sus espaldas, sin importar de qué forma 
       sean distribuidas esas apuestas sobre el tapete de 
       juego. En todos los juegos de azar en los que existe 
       un Valor Esperado negativo contra el jugador nunca será posible 
       superar esa diferencia matemática colocando más 
       dinero en el tapete o repartiendo la apuesta entre 
       diversas opciones o combinando varias modalidades de 
       apuesta o variando el monto de la apuesta que se 
       coloca en cada jugada, pues el Valor Esperado 
       negativo se mantendrá sobre cada dólar apostado, sin 
       importar en qué lugar del tapete sea colocado o de 
       qué manera sea distribuido ese dinero.
       La Ventaja Matemática es real, existe, es 
       irrefutable mediante el uso de las mismas 
       matemáticas, ya que 
       
       la Ventaja Matemática está establecida mediante las 
       «reglas particulares» que rigen cada juego de azar, 
       y por lo tanto, mientras el jugador se someta de 
       forma dócil a esas mismas reglas y el juego se 
       comporte normalmente, entonces a la larga el 
       apostador terminará perdiendo a favor de la Banca un 
       porcentaje de cada dólar que apueste en cada jugada. 
       En efecto, son las reglas de la ruleta francesa las 
       que establecen que el premio a entregar sobre una 
       apuesta plena corresponde a la proporción 35 a 1, 
       mientras que las probabilidades reales de perder el 
       dólar apostado son de 36 a 1, y esa desproporción 
       matemática a favor de la Banca está garantizada por 
       el respeto a las reglas particulares de ese juego 
       que se impone en cualquier casino. Es por ese motivo 
       que Albert Einstein respecto de la ruleta francesa concluyó 
       que la única manera segura de hacer fortuna en la 
       ruleta era 
       apartarse totalmente de las reglas matemáticas que 
       rigen ese juego y tomar de la mesa el dinero que más 
       se pueda cuando nadie esté mirando.
       Por esas mismas razones ningún jugador ha podido diseñar 
       un sistema meramente matemático que de forma 
       infalible le permita «participar» en un juego de 
       azar mediante la colocación de las apuestas, al 
       tiempo que se «autoexcluye» de los efectos negativos 
       de las reglas de ese juego en que participa, para 
       librarse así del desequilibrio que sobre cada dólar 
       apostado introduce la Ventaja Matemática a favor de 
       la Banca plasmada mediante las reglas particulares 
       del juego. O se juega sometido a las reglas 
       negativas del juego, o no se juega sometido a tales 
       reglas, pero no existe la posibilidad intermedia de 
       actuar en un juego de azar bajo las dos condiciones 
       simultáneamente, porque eso sería tanto como poseer 
       el don de la ubicuidad para estar en dos lugares al 
       mismo tiempo. El jugador mediante la colocación de 
       apuestas no puede competir contra la Ventaja 
       Matemática de la Banca, salvo que se salte ciertas 
       reglas desfavorables que rigen en el juego 
       (volviéndose un jugador tramposo), y a lo sumo lo 
       que puede hacer mediante el uso de las matemáticas 
       es construir sistemas de apuesta para tratar de 
       «morigerar» el impacto de la Ventaja Matemática 
       sobre su dinero, o crear sistemas de progresiones en 
       el monto de las apuestas para tratar de 
       «recuperar» las pérdidas económicas que por 
       anticipado hay que prever que necesariamente ocurrirán.
sI LA VENTAJA MATEMÁTICA ES INVENCIBLE, ENTONCES ¿POR QUÉ LOS JUGADORES INSISTEN EN SEGUIR APOSTANDO?
       Ahora bien, si el jugador ya se ha despertado del 
       ensueño y es consciente de que la Ventaja Matemática 
       a favor de la Banca establecida en los juegos de 
       azar no puede ser vencida mediante sistemillas 
       numéricos o progresiones matemáticas en las 
       apuestas, entonces posiblemente pensará que es mejor 
       seguir el consejo de Albert Einstein y 
       
       volverse un jugador tramposo. 
       En este caso la meta siempre será alterar 
       fraudulentamente la marcha aleatoria del juego, o 
       aprovechar cierta información sobre los posibles 
       resultados del juego que no está al alcance de los 
       demás participantes, o usar clandestinamente 
       dispositivos auxiliares de cómputo para calcular la 
       marcha futura del juego. Por supuesto, el objetivo 
       del tramposo también puede consistir en robarle las 
       fichas a los demás jugadores distraídos o a los 
       crupieres y talladores de la mesa, o tratar de 
       introducir apuestas sobre la opción ganadora después 
       de que el resultado del juego ya ha ocurrido, o 
       tratar de reclamar premios que no han sido ganados 
       según los resultados del juego. 
       Sin embargo, hay que recordar el cúmulo de leyes que 
       en distintos países prohíben y castigan las trampas 
       cometidas en los juegos de azar, así como no hay que 
       perder de vista todo el arsenal de tecnología 
       existente al interior de los casinos para vigilar, detectar y 
       capturar a los jugadores tramposos. Quizá no valga 
       la pena correr el riesgo de ser descubierto haciendo 
       trampas en un casino y afrontar alguna penalización 
       o cuando menos ser humillantemente expulsado por 
       siempre de los casinos o ser incluido en algún tipo 
       de «lista negra» de jugadores tramposos. Quizá no 
       sea muy enaltecedor ser señalado por el público y 
       ser juzgado por la historia como un gran tramposo en 
       los juegos de azar, calidad que no está muy lejana 
       de la de un simple ladrón o carterista de la calle. 
       El ladrón callejero nunca pierde esa condición 
       delictiva por más ingeniosos que sean los sistemas 
       que use para apropiarse de lo ajeno, y del mismo 
       modo el jugador tramposo no pierde esa connotación 
       negativa por muy ingenioso o muy hábil que sea al 
       momento de cometer un fraude en un juego de azar.
       
       Por ejemplo, 
       
       el señor Tommy Glenn Carmichael en su 
       juventud no era más que un desfalcador de las 
       máquinas tragamonedas, por más ingeniosos que fueran 
       sus métodos para vulnerar la integridad de los sistemas electrónicos de 
       las máquinas tragamonedas y obtener así la entrega 
       fraudulenta de los premios. Igualmente, 
       
       el señor 
       Richard Marcus y su equipo de hábiles 
       prestidigitadores, no eran más que unos ladrones de 
       fichas 
       
       que se quedaban con la propiedad de otros 
       jugadores o con la propiedad de la Banca, accediendo 
       a premios que no habían ganado, por más habilidad 
       que usaran en sus dedos al ejecutar con las fichas 
       ciertas maniobras sucias como el Past−Posting, 
       el Pressing 
       Bet o 
       el Pinching 
       Bet. 
       Realmente, hay que estar viviendo bajo unas 
       condiciones económicas muy desesperadas para resignarse a no 
       encontrar otra manera de obtener provecho en los juegos de azar más que a través de las 
       trampas, el fraude y el robo, las más primitivas 
       formas de acumulación y de maximización de la 
       riqueza.
       El panorama parece muy desalentador para tratar de 
       obtener ganancias fáciles y rápidas en los juegos de 
       azar, pues resulta infructuoso intentar vencer una 
       Ventaja Matemática a favor de la Banca que es 
       inexpugnable desde las mismas matemáticas, y también 
       resulta riesgoso y deshonroso apartarse de las 
       reglas del juego y resignarse a usar en 
       los casinos la vía más primitiva de acumulación de 
       riqueza como lo es la trampa, el fraude o el robo de 
       fichas y de premios.
       
       Aquí cabe preguntar: ¿Entonces por qué los jugadores 
       siguen arriesgando 
       irresponsablemente el dinero en juegos 
       inequitativos, en los cuales cada dólar apostado 
       vale menos frente a la Ventaja Matemática de la 
       Banca? De nuevo: ¿Por qué actuar irracionalmente 
       colocando el dinero en una contienda basada en 
       resultados aleatorios, en la cual la Banca de 
       entrada tiene una gran ventaja sobre todos sus 
       competidores? Y más trascendental aún: ¿Cómo puede 
       alguien pretender ser reconocido como un 
       
       «Jugador 
       Profesional», 
       o pretender maximizar su riqueza y 
       obtener unos ingresos constantes a través de los 
       juegos de azar, si todos los sistemas matemáticos 
       creados para vencer a la Ventaja Matemática de la 
       Banca están llamados al fracaso y además la vía de 
       la trampa puede conducir a la deshonra o a la 
       prisión? 
       Todos estos interrogantes tienen una misma respuesta 
       muy simple: el jugador profesional tolera someterse 
       a la Ventaja Matemática de la Banca y a las 
       fluctuaciones de la 
       aleatoriedad de los juegos de azar, porque ha 
       constatado que los juegos de azar verdaderamente entregan premios, y algunos de esos 
       premios realmente son de monto muy considerable, de 
       tal manera que los juegos de azar sí le ofrecen a 
       los jugadores una posibilidad de obtener mucho 
       dinero en pocos minutos bajo el noble principio del 
       
       «mínimo esfuerzo». 
       En efecto, es casi seguro que todos conocemos a 
       alguien que ha ganado algún tipo de premio en la lotería, o 
       que le ha acertado a algún premio significativo en la 
       quiniela, o que se ha sacado un jackpot considerable 
       en las tragamonedas, o que en pocos minutos ha 
       quintuplicado su dinero en alguna mesa de ruleta, o 
       que ha ganado el premio mayor en un torneo de 
       póquer, etc. Es cierto que a diario en los casinos 
       la gran mayoría de los jugadores pierden su dinero o 
       llegan a la patética situación de Ruina del Jugador 
       (Gambler's 
       Ruin), 
       pero también es cierto que unos cuantos jugadores 
       salen muy felices del casino llevándose a su casa un 
       buen botín. La inexpugnable 
       
       Ventaja Matemática a favor de la Banca
       no equivale a que los juegos de azar no entreguen 
       premios, 
       pues cualquiera puede comprobar que sí existe gente 
       que ha ganado dinero en uno u otro juego de azar. 
       Los juegos de azar que dependen de la Ventaja 
       Matemática están diseñados para que la Banca a la 
       larga recupere cualquier premio que haya entregado 
       previamente a los ganadores y obtenga sobre esa suma 
       una utilidad, y por eso cuando un jugador logra 
       ganar un premio de monto considerable, es su 
       exclusiva responsabilidad retirarse a tiempo y 
       llevarse el botín a su casa para no terminar 
       perdiéndolo al apostarlo de nuevo en ese juego. Si 
       el ganador se lleva el botín, entonces la Banca sabe 
       que a la larga lo recuperará de las pérdidas 
       colectivas que sufrirá la inmensa masa de 
       apostadores, quienes seguirán concurriendo a las 
       mesas de juego para enfrentarse una y otra vez a la 
       Ventaja Matemática que terminará por imponerse 
       siempre que el comportamiento global del juego 
       tienda hacia la Regularidad Estadística. Y si se 
       trata de un premio acumulado o del gran jackpot que 
       es entregado por algún carrusel de máquinas 
       tragamonedas, también ese botín el jugador se lo 
       puede llevar a su casa sin que por eso la Banca se 
       ponga a llorar o entre en pánico, pues la Banca sabe 
       que generalmente el sistema del jackpot del carrusel de 
       tragamonedas ya ha recaudado automáticamente la 
       respectiva suma para pagar ese premio cuantioso, sin 
       comprometer directamente el patrimonio económico del casino.
       Los juegos de azar efectivamente entregan premios, y 
       muchas veces en dos o tres jugadas afortunadas un 
       jugador puede llenar sus bolsillos con un premio 
       cuyo monto es superior al salario que recibe a lo 
       largo de varios meses de duro trabajo. Lo que ocurre es 
       que debido a muchas historias fantásticas divulgadas 
       por distintos charlatanes y por supuestos 
       «Salta−Bancas», se observa que con el correr del 
       tiempo se ha consolidado el falso mito de que la 
       Banca no entrega premios, o el mito según el cual la 
       Banca aúlla de rabia y de dolor cada vez que se ve 
       obligada a pagarle un premio a algún ganador. Muchos 
       otros habladores, que también buscan divulgar entre 
       los ilusos jugadores el falso mito de que se puede 
       quebrar fácilmente a la Banca, se han encargado de 
       esparcir historias fantasiosas en las que narran que 
       supuestamente han sido expulsados de los salones de 
       todos los casinos del mundo simplemente por ganar 
       algún premio de monto considerable, cuyo pago según 
       ellos ha dejado a la Banca «humillada y en la 
       ruina». 
       Hoy el verdadero jugador profesional sabe 
       que todas esas historias son falsas, son exageradas, 
       o son mera propaganda, y además sabe que los casinos 
       siguen funcionando, siguen acumulando riqueza y 
       siguen creciendo independientemente de los 
       cuantiosos premios que a lo largo del año entregan a unos cuantos 
       ganadores. La Ventaja Matemática establecida en los 
       diferentes juegos de azar que actualmente ofrecen 
       los casinos de todo el mundo ha sido probada 
       millones de veces contra millones de apostadores a 
       lo largo de los últimos 300, 200 ó 100 años de 
       historia, y por eso los dueños y administradores de los 
       casinos saben que no importa el monto de los premios 
       que sean entregados, pues a larga la Banca siempre 
       recuperará las sumas entregadas y sobre las mismas 
       obtendrá sus justas utilidades. En síntesis, los 
       premios existen, la Banca no se queda con ellos 
       porque sabe que cada dólar entregado como premio a un ganador a 
       la larga retornará trayendo consigo unos centavos de 
       ganancia, y por eso diariamente los premios son 
       entregados a los pocos afortunados ganadores.
       Ahora bien, aunque los casinos realmente entregan premios a los 
       ganadores de los juegos de azar, eso no equivale a 
       que los premios más cuantiosos son entregados de forma fácil, y 
       tampoco significa que los premios son entregados a 
       todos los jugadores que asisten a un casino. Las 
       probabilidades matemáticas no permiten que sea así.
       Al respecto las cifras económicas no 
       mienten, pues la empresa de consultoría Research and 
       Market, en un documento titulado 
       
       Casinos, Gaming & Wagering 2013, 
       reveló que 
       
       los estadounidenses en el año 2012 gastaron cerca de 
       $900.000 millones de dólares
       en distintas formas legales y autorizadas de juegos 
       de azar, como los casinos comerciales o de las 
       tribus nativas, las loterías y los sistemas de 
       apuestas hípicas o deportivas, y de esa gran 
       cantidad de dinero que fue jugado se observa que los 
       empresarios operadores de los casinos, de las 
       loterías y de los sistemas de apuestas deportivas 
       reportaron que 
       
       retuvieron como ingresos un total de $96.500 
       millones de dólares. 
       En otras palabras, según estas cifras en el año 2012 
       los operadores autorizados del mercado del juego en 
       los Estados Unidos se quedaron con algo más del 10% 
       de todo el 
       
       handle
       que fue apostado por los jugadores, y por lo tanto 
       eso equivale a que hay aproximadamente $800.000 
       millones de dólares que nuevamente retornaron a los bolsillos 
       de los jugadores. 
       ¿Quién más podría haberse 
       quedado con toda esa inmensa fortuna de $800.000 
       millones de dólares que no formó parte de los 
       ingresos reportados por los operadores de los juegos 
       de azar? Pues los 
       mismos jugadores, al recibir diferentes premios 
       según la aleatoriedad de los juegos en que 
       participaron. En efecto, es 
       indudable que todo 
       
       ese dinero debió retornar a los jugadores, pero «redistribuido» de una nueva 
       manera, pues es casi seguro que un buen porcentaje 
       de los jugadores después de varios intentos y 
       apuestas terminó en su bolsillo prácticamente con el 
       mismo capital (bankroll) que colocó al inicio, es decir, esos 
       jugadores en últimas 
       terminaron en «tablas», sin obtener unas ganancias 
       significativas, pero sin perder definitivamente todo 
       el dinero que apostaron. También es seguro que la gran 
       mayoría de los jugadores terminó con alguna 
       pérdida sobre el capital inicial, es decir, algunos 
       habrán perdido simples centavos, y otros habrán 
       perdido miles de miles de dólares. Finalmente, un 
       muy pequeño porcentaje de todos esos jugadores, 
       correspondiente quizá al 5% del total, habrán obtenido 
       resultados favorables muy excepcionales, resultados ubicados más 
       allá del límite de 2 ó 3 Desviaciones Estándar en el 
       comportamiento aleatorio del juego, y por lo tanto 
       esos jugadores mediante los premios recibidos se 
       habrán llevado a su casa verdaderas fortunas sobre 
       el capital que inicialmente 
       apostaron. 
       Los dueños y operadores de los casinos, las loterías 
       y los sistemas de apuestas deportivas no son muy 
       adeptos a publicar estadísticas completas que 
       aclaren cuántas personas del total de jugadores se llevan a casa los 
       premios de monto más considerable. Sin embargo, 
       mediante el muestreo estadístico y con base en 
       ciertas investigaciones de campo, distintos expertos han 
       constatado que en una jornada diaria del total de 
       jugadores que colocan su dinero en las mesas de 
       juego, en las máquinas tragamonedas, en los tiquetes 
       de lotería o en los sistemas que recaudan apuestas 
       deportivas, 
       
       solamente entre el 1% y 
       el 5% ganan los premios de monto considerable, es 
       decir, de cada 100 jugadores que apuestan generalmente sólo 1 ó 5 logran llevarse a casa un 
       premio muy cuantioso, mientras que los demás se 
       llevan un premio ínfimo sobre el capital apostado o 
       quedan en «tablas» o terminan en la penosa situación 
       de Ruina del Jugador al perder todo su capital. 
       En otras palabras, a la luz de las matemáticas no es muy alta la expectativa de 
       ser el ganador de un premio cuantioso en los juegos 
       de azar, independientemente de que el dinero se 
       juegue en un casino, en una lotería, en 
       un salón de bingo, en las apuestas deportivas, en 
       un salón de póquer, en los casinos en línea, 
       etc., porque en todos los juegos de azar los 
       resultados excepcionales favorables al jugador 
       
       sólo 
       ocurren más allá del límite de 2 ó 3 Desviaciones 
       Estándar
       en el comportamiento aleatorio del juego, y tales 
       resultados favorables sólo cobijan a menos del 5% de 
       todos los 
       jugadores. 
       Cualquiera puede constatar 
       que si una lotería ofrece premios de millones de 
       dólares acumulables progresivamente, realizando 
       sorteos durante cada una de las 52 semanas del año, 
       solamente durante el año ganarán esos abultados premios entre 12 y 20 
       tiquetes afortunados, no obstante los millones de 
       jugadores que a diario compran los tiquetes de esa lotería. 
       
       En los numerosos torneos de póquer que ahora se 
       realizan en distintos países, se observa que 
       normalmente concurren miles de jugadores, pero a lo 
       largo del año menos de un centenar de todos esos 
       jugadores logra quedarse con los premios superiores 
       a $100.000 dólares, y mucho menor es la cantidad de 
       jugadores que logran ganar los premios superiores a 
       $1 ó $5 millones de dólares. 
       En los casinos de Las Vegas al año millones de 
       jugadores apuestan en las máquinas 
       tragamonedas, y es seguro que anualmente en promedio 
       menos de un centenar de esos jugadores logran ganar 
       los grandes jackpots que fluctúan entre $1 y $3 millones de 
       dólares, y menos de una decena de esos millones de 
       jugadores logra acceder a los megajackpot de $10, 
       $15, $20, $30 o más millones de dólares. Siempre se 
       recuerda que en marzo del 2003 en las tragamonedas 
       del casino Excalibur alguien ganó 
       
       el MegaBucks 
       acumulado, que ascendía a más de $39 millones de 
       dólares, pero cabe preguntar: ¿Cuántos jugadores más 
       de Las Vegas o de los demás casinos del mundo 
       durante un año logran volver a ganar un jackpot de 
       semejante cuantía en las máquinas tragamonedas? 
       En ciertos 
       casinos hay mesas de ruleta para apuestas bajas que 
       durante una jornada de 8 horas de funcionamiento 
       llegan a atender a más de 150 o 200 jugadores que 
       apuestan de distinta manera y durante diferentes 
       lapsos de tiempo, pero generalmente de todos esos 
       jugadores sólo 1 ó 3 logran retirarse con ganancias 
       cercanas o superiores a $1.000 dólares. 
       Es evidente 
       que si un juego de azar clásico se comporta 
       aleatoriamente con 
       tendencia hacia la Regularidad Estadística, entonces 
       muchos apostadores en ese juego cuando ganan un 
       premio realmente están recuperando una parte de las 
       pérdidas en que incurrieron previamente por causa de 
       la Ventaja Matemática a favor de la Banca, mientras 
       que sólo unos muy pocos apostadores lograrán 
       llevarse un premio considerable sin haber incurrido 
       previamente en altas pérdidas económicas por apuestas 
       fallidas. 
EL CONOCIMIENTO QUE DIFERENCIA A LOS VERDADEROS JUGADORES PROFESIONALES:
       Todas estas evidencias antes señaladas apuntan a que el verdadero 
       jugador profesional sabe muy bien que realmente es 
       «posible» ganar premios de monto considerable en los 
       juegos de azar, pues día a día constata 
       empíricamente que hay gente que en verdad gana esos 
       premios y se los lleva tranquilamente a su casa. 
       Pero quizá lo que diferencia al jugador profesional 
       del resto de los jugadores, es que aquél es 
       plenamente consciente de que la Banca siempre tiene 
       una posición ventajosa en todos los juegos de azar 
       que ofrece al público, y por lo tanto el jugador profesional no se 
       deja seducir impulsivamente ante la posibilidad que 
       existe de ganar un premio cuantioso, sino que antes 
       de someterse dócilmente a la posición ventajosa de 
       la Banca existente en el juego, hace todo lo posible 
       por saber cómo es que realmente funciona esa ventaja 
       en su contra y también indaga para saber qué se 
       puede hacer para tratar de morigerar el impacto de 
       esa ventaja sobre el dinero apostado. 
       Igualmente, el 
       jugador profesional se diferencia de los demás 
       jugadores porque él sabe que si bien es «posible» 
       ganar premios en los juegos de azar, en todo caso es 
       
       
       «muy poco probable» ganar los premios de monto más 
       alto, es decir, sabe muy bien que no es nada 
       fácil lograr pertenecer al selecto grupo del 5% o 
       del 1% de los jugadores que diariamente se llevan a 
       casa los premios más cuantiosos. 
       El jugador profesional 
       también sabe muy bien que las rachas de buena y mala suerte en un 95% de las veces siempre fluctúan dentro de 
       los límites normales de 2 Desviaciones Estándar, y 
       por lo tanto sabe cuáles son los resultados 
       económicos que en promedio se puede esperar obtener 
       en cada juego de azar en el que participa, y además 
       sabe reconocer cuándo se está frente a una racha 
       favorable de resultados realmente excepcional que 
       supera los límites de 2 ó 3 Desviaciones Estándar, 
       la cual sólo ocurre aproximadamente en un 5% de las veces o menos. 
       En consecuencia, el verdadero jugador profesional 
       siempre emplea estrategias de juego que buscan estar 
       en consonancia con estas crudas realidades 
       matemáticas y estadísticas, mientras que los demás 
       jugadores casi siempre adoptan sistemas de juego 
       fantasiosos, desconectados de la realidad, y que ingenuamente desconocen las 
       limitaciones matemáticas antes señaladas.
       En otras palabras, el jugador profesional no emplea 
       ilusos 
       
       sistemas de juego que supuestamente «le 
       quitan» la Ventaja Matemática a la Banca y se «la 
       trasladan» definitivamente al jugador. La meta del 
       jugador profesional tampoco es arruinar a la Banca, 
       como lo prometen numerosos charlatanes que siembran 
       en el imaginario colectivo el mito romántico de que 
       es posible «hacer saltar a la Banca» quebrando su 
       patrimonio y dejándola humillada en la derrota. El 
       jugador profesional tampoco utiliza mágicos sistemas 
       matemáticos que supuestamente en diversos juegos de 
       azar garantizan la posibilidad de ganar los premios 
       más cuantiosos a razón de uno cada media hora. 
       El 
       jugador profesional sabe que la Ventaja Matemática a 
       favor de la Banca es un «mal inevitable», con el 
       cual hay que aprender a convivir si se desea 
       participar en los juegos de azar sometiéndose a sus 
       reglas, y por lo tanto sólo emplea estrategias de juego 
       muy realistas, en las cuales sabe de antemano que cada dólar 
       apostado vale menos al ser sometido a la posición 
       ventajosa de la Banca, es decir, si el jugador 
       participa en la ruleta francesa, entonces emplea 
       estrategias realistas en las que cada dólar apostado 
       sólo vale 97 centavos, y si participa en la ruleta 
       americana, entonces también emplea estrategias 
       realistas en las que cada dólar apostado sólo vale 
       94 centavos, y si se enfrenta a una máquina 
       tragamonedas sabe que la misma está diseñada para 
       propiciar pérdidas hasta de 15 centavos sobre cada 
       dólar apostado para ofrecer así en premios el 
       teórico retorno del restante 85% del dólar apostado. 
       
       Del mismo modo, el jugador profesional no usa 
       estrategias enfocadas a ganar de inmediato los 
       premios de monto más cuantioso, pues sabe que la 
       probabilidad de ganar tales premios siempre es 
       demasiado microscópica y que por eso la mayoría de 
       los milagrosos sistemas creados para ese propósito están 
       llamados al fracaso o son un fraude. El jugador 
       profesional tampoco pretende obtener sus ganancias 
       atacando la marcha aleatoria del juego mediante 
       métodos fraudulentos para forzar la aparición de un 
       determinado resultado, pues sabe muy bien que eso no 
       es más que hacer una trampa que tarde o temprano 
       puede ser descubierta y en ese caso no hay ninguna 
       argumentación razonable para justificarla. 
       Los verdaderos jugadores profesionales también saben 
       que para poder obtener ingresos en los juegos de 
       azar deben aprender a lidiar con todo el tratamiento 
       injusto que contra ellos puede desplegar el personal 
       de los casinos, sus cancerberos ocultos detrás del 
       vigilante «Ojo−en−el−cielo» (Eye-in-the-Sky), 
       los guardianes que confeccionan las listas negras en 
       las que incluyen a los jugadores indeseables, los 
       adustos inspectores que asesoran a los casinos, 
       etc., personas que sin ningún fundamento jurídico no 
       dudan en catalogar y estigmatizar a los jugadores habilidosos 
       colocándolos al lado de los jugadores tramposos para 
       negarles así el acceso a los salones de juego o para 
       expulsarlos de los casinos. 
       El jugador profesional también es consciente de que 
       día a día los casinos implementan en sus juegos de 
       azar 
       
       más y novedosas «Contramedidas» (Countermeasures) 
       que están dirigidas precisamente a reducir sus 
       probabilidades de éxito, o que no le permiten al 
       jugador descubrir tendencias estadísticas significativas en 
       el comportamiento del juego, o que le dificultan la 
       recolección de la información necesaria para la realización 
       del cálculo de probabilidades, etc., con lo cual 
       cada vez más se reduce la posibilidad de que el 
       jugador profesional pueda intentar hacer algo para 
       tratar de obtener resultados económicos favorables 
       en los juegos de azar. 
En verdad, los auténticos 
       jugadores profesionales son una rara especie en vía 
       de extinción, porque a medida que en los casinos 
       todos los juegos de azar funcionen sólo en máquinas videoelectrónicas 
       regidas por los imbatibles Generadores de Números 
       Aleatorios 
       
       (Random 
       Numbers Generator o 
       
       Randomizer 
       o 
       
       RNG), 
       entonces serán totalmente inoperantes los pocos 
       sistemas que aún se pueden aplicar para tratar de 
       obtener ganancias mediante la habilidad mental 
       aplicada para tratar de vencer la Incertidumbre que 
       rige en los juegos de azar. 
Bajo el 
       creciente imperio del Randomizer o del RNG 
       paulatinamente se observará que todos los 
       jugadores (los novatos ilusos, los empedernidos 
       ludópatas, los ágiles tramposos y los apostadores 
       habilidosos), terminarán sometidos por igual a la 
       imbatible Ventaja Matemática a favor de la Banca, a 
       la imperturbable marcha aleatoria del juego y a la 
       más compleja incertidumbre en todos los juegos de 
       azar generada mediante artificiosos procedimientos 
       informáticos usados para producir pseudoaleatoriedad.




 
 
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