“Y no se olviden de hacer el bien ni de compartir lo que tienen con
quienes pasan necesidad. Estos son los sacrificios que le agradan a Dios”.
Hebreos 13:16

Burton G. Malkiel está enamorado de la hipótesis de los mercados eficientes y lo cuenta de varias maneras en “Un paseo aleatorio por Wall Street”. El libro es una defensa del “por
qué” nadie puede ganar a los mercados.
Ni el análisis fundamental, ni los instrumentos técnicos sirven. Los precios futuros de las cotizaciones no se adivinan, sino que ya incorporan toda la información disponible.
Según Malkiel, aún no se ha inventado la fórmula mágica que
pronostique correctamente los precios y rechaza los estudios que lo
intentan. Aunque sus creadores sean respetables académicos que alguna
vez haya cruzado por los pasillos de alguna facultad.
Increíblemente, a
pesar de esta actitud de negación contra cualquier matemática aplicable
a los mercados financieros, Malkiel deja una variable intacta: la “Beta”.
La Beta es
un indicador que sirve para interpretar el riesgo de un activo
financiero y es el resultado de la correlación existente entre la
variación de los precios de una acción y el movimiento del mercado. Si la Beta de una acción es 1, significa que la variación de la cotización es la misma que el conjunto del mercado, representado por el índice S&P 500, por ejemplo. Si la Beta es -1,
la correlación de los precios del activo respecto a la cotización del
mercado es negativa porque ambos precios, históricamente, se han movido
en diferentes direcciones.
Según este cálculo, las acciones de Microsoft
no incorporan un riesgo excesivo. La Beta es 1,29 y demuestra que,
históricamente, los precios oscilaron casi al mismo ritmo que el S&P 500. Si la bolsa cae, Microsoft también lo hará.
Confiar
en la Beta para gestionar el riesgo de una cartera significa
condicionar los beneficios futuros en función de los precios del
pasado. Si ni el análisis técnico, ni el fundamental, sirven porqué los datos que se usan para sacar conclusiones ya son obsoletos, la Beta también es una variable equivocada.
Malkiel, a pesar de conocer las debilidades de la Beta para gestionar el riesgo, la recomienda. Es la mejor de las peores opciones. Otros académicos, como Nassim N. Taleb,
avisan que esta actitud es absurda. La Beta funciona en el ámbito
universitario, pero no para gestionar carteras. ¿Por qué aplicar un
cálculo de gestión que funciona mal? En el mundo real, nadie pretende
pilotar aviones comerciales con el permiso de conducir camiones.
Taleb cuenta en “El Cisne Negro: El impacto de lo altamente improbable” la Paradoja del Pollo. Es la misma paradoja que Bertrand Russell usaba
para desacreditar el uso de los historiales de datos para pronosticar
los eventos futuros. En su ejemplo usaba un pavo, y también sirve
perfectamente para desacreditar la Beta como un posible indicador fiable para gestionar el riesgo futuro.
El Pollo Inductivo
Bertrand Russell desacreditaba la recopilación de datos históricos para pronosticar los eventos posteriores, lo que se conoce como método inductivo. Por eso usaba la siguiente paradoja.
Según el filósofo,
un pollo llega a una nueva granja y un granjero le da de comer a las 9
de la mañana. El animal, observador, no se pregunta por qué esas
atenciones de su amo, sino que se apunta cada dato que observa; “el amo me da de comer”.
El día siguiente la actitud del granjero es la misma, le deja una bandeja llena de comida. Y así, cada día. Aunque llueva, su amo se comporta de la misma forma, por la mañana el animal tiene la comida preparada.
Después de una recopilación de un gran abanico de datos, el método inductivo del pollo es incapaz de pronosticar que el día 25 de diciembre el campesino le dejará de alimentar y lo convertirá en la comida de fiestas. A la mierda su teoría.
Que
el granjero le corte la cabeza con un hacha es un fenómeno contra todo
pronóstico, altamente improbable para el pollo, que tendrá un impacto
sin precedentes en su vida. Como con la Beta, lo que sucedió en el
pasado no tiene ningún tipo de influencia en el presente, y mucho menos
en el futuro.
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